30 abr 2010

Camino

Es literalmente no exponerse a nada más que un hondo silencio... decimos siempre, callamos luego, pero a pesar de tanto que hablaramos, el silencio era constante, nada ni nadie podía quitarlo del lugar, calma, no de esa que todos quieren, no armónica calma, sino aquella que a la final es tanto caos como la peor de las catástrofes, aquella calma al ver morir, aquella calma entre tantos cientos de cuerpos inertes, donde no hay nada, no hay vida, no hay esperanza, silencio.
Ahora caminamos dos o tres pasos adelante, nos movemos un poco, sin hacer ruido, es lo normal, bueno, en este caso, y seguimos notando la omnipresente y tétrica muerte que nos ha sido dada a cada segundo, pero que solo pocas veces la podemos observar en su totalidad, en su mansa hostilidad, en su casi impenetrable esencia que en este momento se muestra como una masa de gritos que se reconocen, pero no se pueden oír, quitamos de nuestros pies el barro, que tétrica escena, que simplemente desalentador lugar el que se nos muestra.
Pensemos, no, aunque es el constante soliloquio el que nos ha traído aquí, y el que nos ha dejado dilucidar en poco la triste forma de la soledad absoluta, del vacío... no es, no es! nos refugiamos en todos nuestros miedos para pensar de forma esquizoide, soliloquios, soliloquios, locuras y más locuras, todos nuestros perceptos se desvanecen al descubrir de manera casi evidente que no es.
Pero, que más da, llevamos unas cuantas horas aquí y ya no es evidente que más lejos se encuentran otros lugares diferentes, con nuevas oportunidades, tal vez este mismo siniestro espacio podría cambiar si le damos algunos minutos, la esperanza vuelve a formarse, pero dentro de las tantas maneras que podemos engañarnos, esta es la más vil, quitamos el barro de nuestros pies, y hasta ese momento nos damos cuenta que nos encontramos en un mismo cuerpo, que pobre es la imaginación divina, si nos trajo no solo a un mismo espacio sino a un mismo cuerpo, limitado, limitante de todo lo que es y no es, ahora nos olvidamos de lo externo, y nos volvemos a reconocer de alguna u otra manera que somos. Ahora bien, intentamos contarnos, pero no pudimos culminar nuestra empresa, ya que algunos se desvanecían y otros más cambiaban de lugar, por lo que fue imposible al menos saber cuantos somos, ahora, si no es así, lo único que queda preguntarse es quienes. Ellos y yo. Ellos y yo. Ellos y yo. Ellos y yo, no. Casi impotente, lo único que queda es seguir caminando, sin pensar, sin predecir más que el evidente futuro que nunca es.
Dos o tres momentos después, volvió el ruido.

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