30 abr 2010

A.

Algunos pocos, para otros muchos, para mi ninguno, son los culpables de que todo no sea nada más que un propio sentimiento de la incurable capacidad de predecir las estultas formas que regeneran el cosmos azul y verde siempre negado por ellos mismos.
Aleteas, mueres, aleteas, mueres, naces de nuevo, cada instante nuevamente, tendiendo siempre a desaparecer en el intermedio, qué condena puede ser mayor a esta?
Estas fueron las dos fábulas que el maestro dio a la humanidad antes de morir. Ahora todos han de olvidarlo, ahora todos han de seguir adelante, nadie debe recordar al maestro, todos sus libros deben ser quemados, sus huellas ahogadas por miles otras y que nunca se pueda saber su nombre ni su edad, Si alguien se entera podría tener capacidades mayores a las nuestras, dice casi con histeria uno de los cuatro hombres que se encuentran en el loto, justamente el del pétalo exterior. En ese caso daremos nombre de maestro a otro hombre dice el de los ojos cerrados, mucho más calmo que el anterior. Pues nueva filosofía será, y mostrará un camino falso, dice el tercero, con una alegría que desborda maldad. No! dice el último, y mueren los tres anteriores.
Ese día nacieron los primeros mil hombres. Murió.

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