21 nov 2011

Hume Capítulo 1.

Primera divagación:

Desde cuando se siente de esta manera? Desde cuando nos descubrimos,  nos redescubrimos cada vez que el día inicia… no, no a la media noche sino cuando el día verdaderamente inicia, cuando despertamos. El paso de un día a otro no es ceñido por el reloj, podemos pasar noches enteras de un mismo día, tan largo como nos lo designe el universo de la conciencia; en verdad el mundo nos impone sus reglas, y nosotros, con esa incesante necesidad de pararlo todo lo llevamos a determinaciones tan fijas como inútiles. Las convenciones. El día inicia en ese momento cuando salimos de esa falsa muerte, de la supuesta inconsciencia y volvemos a ver todo tal cual nos parece, pero existe un instante, una primera impresión ante la cual todo es nuevo, y en un segundo lo entendemos y volvemos a ser como antes.

Esa impresión había desaparecido de mí desde hace algunos días, más bien yo había desaparecido en ella, aún no estoy muy seguro, volviendo a mí, seis o siete veces despertándome del letargo y sintiéndome atrapado en descubrir todo nuevamente. Cuando se recuerda el insomnio posiblemente es más fácil entender aquella transición de un día a otro, cuando el alba se presenta y nosotros, aun perdidos en aquello que no nos permite dormir, notamos como todo se aclara pero sigue siendo lo mismo. El día nace en nuestras mentes.
Intentaré recordar ese instante al que nunca se podrá aludir con lenguaje, porque precisamente está antes de todo concepto, es el momento inicial, es el nacimiento en lo que no se concibe, despiertas y está allí, presenciándote, el mundo te rodea a ti y tú no lo entiendes, y nunca lo entenderías.

Primero abres tus ojos, prestas poca atención al techo, posiblemente duermas de lado y te encontrarás, cuando tus párpados lo permitan con una pared, con un armario u otra cama, con una mesa, con papeles cerca, en desorden, que te hacen recordar la noche anterior, el momento en el que dejabas el lápiz para demostrarle al mundo que no podrías más
.
Vuelves la cabeza hacia atrás, recuerdas quien está allí, la pasión y la locura, lo sublime de los momentos de la noche, como una ceremonia establecida desde siempre en la religión más antigua, el culto al amor; recuerdas lo que los separa, ese halito indescriptible que nos hace ver tan lejos lo cercano, y es el espacio nuevamente un constructo que nos permite transmitir en común, pero sentirnos lejos, eso, a pesar de violar todas las leyes, se percibe, se siente tan nuestro y tan único. Ella está lejos de tí, a pesar de estar tan cerca.

Me atrevo a pensar incoherencias como si fuera un poeta. Ser poeta me acerca al fin de al cabo, ella dibuja, yo me dedico a entender el mundo desde su exactitud, o desde la mía. Pido excusas al lector por introducirlo en mi mundo tal cual fuera el suyo, ante los más amables surgiría una empatía, ante los más toscos posiblemente nunca hayan llegado hasta acá, ante todos necesito saber que alguien puede vivir una obsesión conmigo, para no ser llamado loco sino ser parte de un grupo minoritario.

Tantas frases inconexas, tan lejanas, donde todo el mundo tiene que rellenar poco a poco los espacios. A veces la música, en sus silencios, busca que el oyente imagine una melodía no solo posible, sino que a gusto de cada uno, sea su propio compositor, una sinfonía mental disfrutada solo por aquel que la piensa, que no se atreve a exponerla, que no espera juicios, que solo disfruta. Dejaré de pensar.

A los pocos segundos me levanto de la cama, miro a mi alrededor de manera casi automática esperando una respuesta, y es allí, en la relación de mi pregunta “¿quién soy?” Y la respuesta que siempre espero “eres tú” donde todo vuelve a parecer normal. Seamos más cuidadosos. La cama nunca se presentó como cama, en algún momento relacionamos nuestros impulsos nerviosos con una información previa que categorizamos como cama, y allí está, tan simple y lejana, tan normal y vacía que no nos produce nada. Estamos acostumbrados a no saber, a recordar y perseguir los recuerdos hasta que volvemos a entender todo. Igual es solo un momento.

Pero como afirmo esto con tanta naturalidad, es simple, soy un hombre de ciencia, empeñado, obsesionado con entenderlo todo, pero no logro entenderla a ella, he ahí aquello que nos aleja, que nos mantiene tan distantes y que a la vez nos permite vernos, no estamos fundidos, no la comprendo, sigue siendo aquello cuya explicación va más allá de mis habilidades, ella y este momento.

Deslizo las sabanas, me esconderé tras mi desnudez como sujeto distante de estas cavilaciones que poco se hallan tras una lógica inherente, efectiva, necesaria y rigurosa que las destina a ser conocimiento, pero son conocimiento. Me levanto y tras unos segundos el lugar se vuelve cómodo, aunque antes no haya sido exasperante, ahora es natural, puedo caminar por él como recorriendo lo obvio, lo que no necesita ser explicado. Dos pasos y mi cabeza da vueltas, otros dos y todo vuelve a ser lo mismo, cada escena que llega a mí es una escena que ya he vivido, que ya conozco, que es nueva pero se pierde en la rutina. La rutina de mi mente, de reconocer los movimientos, de tener un rito de levantarse como despegando de la inconsciencia, como si de pronto dejáramos la insensibilidad para volar hacia el sentido, como esperando despertar de nuevo y comprenderlo todo, queriendo llegar a mi meta y por ende dejar de soñar, o encontrar un nuevo sueño.

La ventana, frente aquel mueble viejo que se corroe pero que ella nunca ha querido dejar atrás y aún no entiendo por qué, dos pasos y estoy al frente, pocos centímetros, nunca exactos, me separan del cristal que empujo para poder sentir de nuevo algo más, la sensación de un adentro y afuera, saber que hay algo más allá del cubículo donde me encontraba. El camino diario de reconocerse.
Ella, ella sigue dormida y yo simplemente viendo el horizonte, tratando de entender como dar una nueva dirección al problema, cómo lograr disfrutar el lienzo que ya está lleno de líneas sin dibujarlas de nuevo, es inconsciente mi paso a la consciencia, no quiero ser consciente pero estoy inmerso en la experiencia. Le gusta el café expreso, nada desarrollado, solo unos detalles que nunca recuerdo, pero ella se ríe y no se atreve a recriminarlos, en su posición lo haría o cambiaría el proceso, dejaría instrucciones claras para poder entenderlas, sin embargo ella prefiere esto, caer en el error, inducir a que yo caiga, inducción por omisión.
Sin darme cuenta aquella bata vieja ya es mía, y estoy sentado al frente de la mesa que ha soportado nuestras risas y nuestros brazos, mi mente desvaría pasando de la física a las matemáticas recurrentemente, dos mundos distantes pero unidos, unidos con el mismo artificio que nos hace ver más arriba mientras más cerca estamos de los edificios. Hormigón, acero, mi analogía se pierde, recuerdo que debo mantener el rigor mental, para eso vivo.

Ella aparece en escena, toma su taza, siente el olor del café aún cuando no ha cambiado desde el último día que lo ha hecho y luego lo deja pasar cayendo en sus labios, es bella pero inasequible, no tanto como antes, aquellos días que no entendía muchas de sus palabras, estos días ha sido todo tan claro como ella, tan confuso como el resto del mundo, ese mundo tan seguro en mis líneas, en mis clases, en mi ponencia frente a tantos entendidos, entendidos del mundo que ahora parece no entenderse. Mi mundo se ahoga frente a ella y ella se encuentra tranquila en su ignorancia, siempre he pensado que sabe más de lo que aparenta, y yo sé menos de lo que por mi parte actúo. 

Tanto divagar me ha puesto en aprietos, desde ese día, el día en el cual dormí en un mundo y me levante en miles distintos, en el que siento miedo por no saber y no quiero dormir para no tener que despertarme en otro mundo, el mundo de la novedad, de aquello que no se expresa, no se juega y no gusta a las mentes ramificadas en la complejidad de los conceptos, las mentes como yo.

Ahora ya no salgo del instante, la cama no es la misma todos los días, no camino dos pasos, sino tres, y luego dos más y el mareo aparece un poco antes, un poco después, ya ella está en otra posición, me mira distinto, siento el olor del café que ella huele tan profundo, intento repetirlo como ella lo ha hecho y encuentro lo innecesario de la comparación, no es un café distinto, solo es un café nuevo.

Ya no hablamos mucho, hablamos de lo mismo, ella de nuevas ideas y como poder plasmarlas, yo de lo necesario que es un replanteo en los sistemas de configuración iniciales del programa para poder recrear a cabalidad sistemas físicos complejos, para recrear al mundo alejándose de las líneas cartesianas, para hacer muchas más líneas, que ahora me parecen cartesianas como las otras. El tiempo se ha perdido.

El televisor habla, nosotros callamos y como siempre es la cadena de noticias la que nos expone el mundo que no vemos, el que importa a todos pero que no atañe a ninguno, ese mundo de apariencias, la imagen que se expande, el pixel que cambia de coloración y aquellos parlantes que nos hacen unificar el todo de esa caja, modelo noventa y seis, con algunos desperfectos pero que aún permite enterarse de todo lo que nos gusta enterarnos, saber que el mundo es el mismo aún en sus calamidades.

Nos despedimos con un beso, recuerdo la pasión, esa de antes, y ahora vivo una nueva, que será destruida por la de mañana, vuelvo a la habitación y reviso los papeles, los últimos sin forma alguna describían algunas ideas sueltas, tan simples como incoherentes, aquellas que siempre decido desechar. La ciencia es inefable en el pasado, rezaba una de las sentencias, creo que he vivido mucho tiempo rodeado de arte, se impregna y puede manchar lo que escribo.


Debo dejar de pensar. Miro hacia la ventana y todo es igual, es lo mismo, solo que ella no está.

2 nov 2011

Inanimado

Quiero dormir muchos años
Quiero sentarme en la ausencia y gritar al que no me escucha
Comprender el universo y morir por falta de posibilidades
Saberlo todo y no querer más.
Destruir los paradigmas, responder la objetividad, conocer la verdad de verdades y callarla
Olvidarme de las instituciones
Dejar de pensar en los versos, en las sílabas, para ver la fluidez de la palabra
Integrarme con el resto, no matar al mundo.

Quiero sentirme abierto a entender al mundo
No esperar ser entendido
Quiero ser entendido
Austeras son las palabras que sin miedo se van entre música
Pero que chocan al sentido, golpean y no dicen
Golpean y no son profundas
Quiero hablar con filo, cortar y penetrar, destruir para fundar.

Quiero dejar de ser comparado, no buscar el análisis, no hacerlo como cuestión primaria
Sentir las hojas crujiendo a mi paso, sentir el viento, ser la voz de mi tiempo, ser olvidado.
Decir lo que muchos dijeron sin ser plagio

Quiero saber cuando poder decir basta, quiero esperar y ser inesperado
Nunca espero nada
Olvidarme de la gramática, simplemente sentirla
Dejar la ortografía, ser correcto
Nunca juzgar a la persona sino a sus acciones
Quiero escupir en el asco, pisotear la injusticia
Ser la utopía de la normalidad
Nunca olvidarme del detalle.

Como puedes afirmar lo contrario?

Quiero besarte sin mayor intención que la magia
Quiero dejarme sin mayor intención que el ocaso
Pasarme por alto, reconocer mi unicidad en el todo, mi totalidad en el uno
Sentir lo indecible
Agitar tu cabeza hasta que comprendas, disculparme
Y volver a ser el mismo, inanimado.