31 dic 2014

Año nuevo

Es difícil intentar escribir luego de tanto tiempo. Antes escribía de acuerdo a lo que pensaba era un plan de trabajo establecido, ahora escribo porque al parecer emana de mis manos la necesidad de hacerlo. Tal vez sea gusto. Tal vez un propósito de año nuevo.

Los gatos miran por la ventana hacia el comedor y añoran el calor aparente de la luz tenue de un bombillo ahorrador. Dos cajas de zapatos debajo de la mesa, las sillas mal puestas, la mesa tal cual quedó después de habernos dado los tres abrazos correspondientes. El tiempo es el objeto de mi reflexión.

Leí dos novelas titánicas, una que gira en torno al tiempo, otra que intenta perderlo. Pero ahora el problema no es pensar que hace unas horas el tiempo se me hacía tan lento y deseaba con todas mis fuerzas que pasara aquella media hora de necesario sudor. Ahora el problema es pensar que estoy frente a la carga de la medida del tiempo. Es en este momento en el que debo ponerme unos "propósitos" y reflexionar si logré lo que el año pasado me propuse. Todas son convenciones para mantenerse cuerdo.

La gata, la blanca, sigue mirando a través de la ventana. Ahora me mira a mí y recuerdo que este año vivió su primer parto y perdió a sus hijos. Ella solo quiere algo de comida, ella no tiene por qué recordarlo en este instante, ella no tiene por qué proponerse nada. Algo de calor, algo de comida, su vida sigue. La negra está encerrada con sus hijos. La blanca no la envidia, ni la determina. Yo prefiero inventarme historias de sufrimiento entre animales que si acaso comen juntos.

Así somos, queriendo imponer nuestro tiempo a aquellos que no viven esclavos de él. Tantos gatos nacen y mueren sin "desperdiciar" sus vidas, porque nunca quisieron vivir o morir por algún propósito. Propósitos del año, dejar de proponerme y vivir. Dejar de ver el reloj y disfrutar el dolor de los músculos llenos de sudor.

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